Ante la carta publicada en el periódico que usted dirige el pasado 16 de enero, suscrita por el señor Carlos Pareja Ríos, nombrado embajador de Perú en España por el Gobierno de Alberto Fujimori, los integrantes del Movimiento por la Defensa de la Democracia en el Perú, con sede en Madrid, tenemos la obligación de recordar a los lectores de EL PAÍS cuál es la real conducta del firmante de la carta, a la vez que queremos expresar nuestra indignación por la procacidad de su contenido.
Durante varios años, el señor Pareja ha defendido la gestión del Gobierno fujimorista. Incluso ha llegado a decir, al poco tiempo de asumir funciones en España, que ese Gobierno estaba dispuesto a 'profundizar el proceso democrático del Perú', y que, en su opinión, 'en los últimos diez años se han dado las bases para esta afirmación'. Lo ocurrido después en el Perú evidencia que las opiniones del señor Pareja estaban lejos de la verdad. Además de la defensa del fujimorismo, somos testigos de que el señor Pareja impidió que se hicieran protestas, incluidas las protestas silenciosas, como lavados simbólicos de la bandera peruana en España durante toda la etapa en que estos actos se realizaban en el Perú y en todo el mundo por los grupos de resistencia que lucharon por el retorno de la democracia. Ordenó también el desalojo de miembros y simpatizantes del Movimiento por la Defensa de la Democracia en el Perú de los alrededores del barrio donde se encuentra la residencia diplomática de Perú, concretamente el 8 de noviembre de 2000 (obran en nuestro poder fotos que corroboran esta afirmación).
Y ahora resulta que de la noche a la mañana este señor se convierte en un abanderado del nuevo Gobierno, se ubica en contra del Gobierno anterior y se olvida de que él ha sido parte del Gobierno fujimorista. En su carta reconoce explícitamente que el Gobierno anterior era corrupto, antidemocrático, violador de los derechos humanos e inmoral. Pero ése fue el Gobierno que lo nombró y que el señor Pareja defendió. Que hoy resalte todos los avances democráticos del nuevo Gobierno peruano pone en evidencia un intento de asegurar su puesto y que sea olvidada su conducta antidemocrática.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de febrero de 2001