Las discográficas despertaron tarde, con Napster, al fenómeno de consumo en línea de música. Cuando vieron las orejas al lobo -un sitio donde la gente se intercambiaba gratis música- han buscado su cierre, por un lado, y ofrecer su propia solución de descarga comercial de música. En eso están, pero con muchos problemas. Todo parece indicar que, durante bastante tiempo, hablar de música en Internet será hablar de abogados. A la sombra de Napster han crecido otros programas de intercambio de archivos que, sin listado central de temas, son más difíciles de perseguir.Cinco grandes discográficas controlan el 90% de la música más vendida en el mundo. Ellas se han unido para perseguir el tráfico sin licencia de música en la Red, pero, por ley, no pueden seguir unidas para vender en bloque su catálogo. Han de negociar de manera independiente con cada uno de los sitios que quiera ofrecer la descarga de sus temas. El Senado norteamericano, cuyo Comité de Justicia está presidido por un republicano que canta y graba gospel, ya ha hecho indagaciones sobre si la conducta de las multinacionales está pactada en grupo y atenta a las leyes antitrust. Algunas de estas discográficas han anunciado proyectos y fórmulas propios para servir su música desde Internet. Ésta sería la idea de Bertelsmann: convertir Napster en un servicio de suscripción para su catálogo. La mayoría de las grandes, tras querellarse contra el sitio, han llegado a acuerdos con MyMP3 para cobrar una licencia por las canciones que suministre. Pero mientras MP3. com evitaba la demanda con millonarios pagos a las grandes discográficas, ahora se encuentra con que un sitio de música independiente, Emusic.com, que tiene los derechos de sellos independientes, se querella contra la compañía porque explota música de su propiedad. El mercado de la música en la Red se está construyendo y las reglas de juego no están definidas. Hay tanteos, retrocesos... El baile continúa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de febrero de 2001