Ignacio Castillo retrata la Sevilla marginal en su primera novela, Prosaico (Lengua de Trapo). La Sevilla inmediatamente posterior a la Expo sirve de escenario a las andanzas de un fotógrafo obsesionado por la pornografía y un pijo en conflicto con un mundo que desprecia. La pareja vagabundea por los más variados paisajes de la ciudad. Castillo (Sevilla, 1965) presentó ayer su novela en la Librería Yerma, en la capital andaluza.
El escritor sacó a colación un manual escolar en el que figuraba una peculiar clasificación literaria de la que se declaró partidario. Este libro de texto distinguía entre literatura 'idealista, realista e infrarrealista'. Esta última se centra en los aspectos más bajos y feos de la realidad. 'Me declaro un pertinaz infrarrealista', proclamó Castillo. Y añadió: 'Hay que ver lo que me ha costado, y estaba en un libro del cole'.
Castillo dijo que se había limitado a bajar a la calle y escuchar a la gente para reflejar un mundo que a algunos les puede parecer demasiado sórdido. 'Lo de inventar se queda para las religiones, que eso lo hacen fetén', señaló. Castillo cifró la clave de su narrativa en 'mucha oreja, ojo y las neuronas boxeando'.
El escritor Fernando Iwasaki presentó la novela. Iwasaki elogió la labor de la editorial madrileña Lengua de Trapo en la difusión de 'nuevos valores'. 'Prosaico es un libro que no podemos encasillar en ninguna corriente convencional de los últimos 100 años. Es un libro escrito en clave de diálogo. Prácticamente no hay narración. Tiene un elemento técnico que quiero destacar: su oralidad', comentó. 'Hay una oralidad de la Sevilla suburbial, de la Sevilla residencial y de la Sevilla filocofrade', dijo Iwasaki.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de febrero de 2001