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Editorial:

Tragedia sobre tragedia

La desgracia vuelve a elegir a un país pobre, pequeño y castigado por las calamidades. El mismo día en el que se cumplía un mes del terremoto que sacudió a El Salvador, causando cerca de un millar de muertos, más de 4.000 heridos y miles de millones de pérdidas, un nuevo seísmo volvía a sembrar el pánico y la destrucción en una sociedad que a duras penas comenzaba a recuperar su pulso vital. Tras el ciclón Mitch de hace dos años y estas dos catástrofes, El Salvador ha entrado en un ciclo de sufrimiento como tantos otros países de África, Asia o la propia América, donde la solidaridad internacional vuelve a ser un factor de máxima importancia y urgencia.

La decisión de la reina de España de no aplazar su viaje tiene en este contexto un extraordinario valor simbólico. Doña Sofía tendrá ocasión durante su estancia en el país centroamericano de trasladar a los salvadoreños el apoyo de los españoles y de conocer de primera mano las diferentes obras puestas en marcha por la cooperación de nuestro país y el destino de las ayudas humanitarias.

Cuando la Tierra volvía a temblar el martes en El Salvador -alrededor de 300 muertos y más de 2.000 heridos, según las primeras cifras oficiales-, sus escasos seis millones de habitantes se encontraban aún ocupados en las tareas de distribución de la ayuda y la reconstrucción de sus pueblos y ciudades. Hasta entonces había recibido más de 2.500 toneladas en socorros desde el exterior, canalizados en un 80% a través de las organizaciones no gubernamentales. Pero la ayuda internacional ha descendido este mes en un 13% en relación con el flujo de enero, bien porque se ha desviado en parte a paliar las consecuencias del pavoroso terremoto de India, bien porque se demuestra, una vez más, que los beneficios de la emoción solidaria del primer instante no son suficientes. Renovada ahora la tragedia de los salvadoreños, debe tener enfrente la solidaridad multiplicada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de febrero de 2001