Coincido con la afirmación de Javier Tusell en su artículo del sábado 10 de febrero de que Savater no es Sartre. El disparate de esa comparación propuesta por Bernard-Henri Lévy se agrega a tantos otros a los que le lleva su infantil voracidad mediática desde la ridícula pretensión, en la década pasada, de que sus exhibidas visitas a Sarajevo le convirtieran en émulo del Malraux de Indochina y de la guerra civil española hasta su narcisista autoproclamación actual como heredero espiritual de Sartre después de haberlo vituperado durante tantos años.
No coincido, en cambio, con la descalificación que Tusell hace del filósofo francés echando mano de los improperios con los que la derecha francesa le viene obsequiando desde hace cincuenta años: su cobardía, su desprecio hacia los demás, el haber escurrido el bulto durante la resistencia, la irresponsabilidad de sus opiniones, etcétera. A los lectores de nuestrodiario que quieran tener una versión más rigurosa les basta con leer el libro de Annie Cohen Solal o incluso el que acaba de traducirse de Henri Lévy.
Ahora sólo recordar que el pensador del compromiso -sobre el que se han publicado más de 3.000 textos, entre libros y artículos- escribió durante la ocupación ese feroz alegato anticolaboracionista que se llama Las moscas, no estuvo nunca vinculado a ningún grupo de poder, rechazó, por coherencia con sus ideas, el premio Nobel, y sus obras y opciones filosóficas y políticas -obviamente discutibles y en ocasiones dramáticamente erradas- han sido el referente intelectual casi permanente de la izquierda radical francesa.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de febrero de 2001