No puedo por menos que mostrar, como profesora de lengua y madre, mi conformidad con las ideas centrales del artículo de José María Guelbenzu Lenguaje ordenado, publicado recientemente en su diario, especialmente con sus reflexiones sobre la supuestamente innecesaria ortografía en la época del ordenador. En mi práctica docente me encuentro con docenas de faltas de ortografía y de concordancia en trabajos escritos corregidos con los programas ortográficos del PC doméstico del alumno. Cuando les devuelvo su ejercicio profusamente decorado de rojo, los alumnos más buenazos me miran perplejos y balbucean: 'Pero, seño, si, si, si en la pantalla no había ni una curva de esas rojas...'.
Claro que no había curvas, ni rojas ni verdes. Los programas ortográficos, cada vez mejores, sin duda, distan mucho de la perfección intelectiva de la mente humana, y por ello, en general, aceptan como correctas las palabras que figuran en su diccionario interior, a veces aunque no concuerden, aunque desatinen en el sentido, aunque se trate de vocablos homófonos pero no homógrafos. Por ejemplo, la siguiente secuencia se le escapa a mi ordenador: 'Cuando halla el sufrido acervos dolores, aceptaran ella gustosa mente el blando mano del peral...'.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de febrero de 2001