En estos tiempos que corren, de consumismo y publicidad en múltiples facetas de nuestras vidas, es de todos conocido el hecho de que hasta los árbitros de fútbol lleven publicidad en su indumentaria (contrastan esas imágenes antiguas con rigurosa equipación negra y los estampados lilas y amarillos, con la etiqueta de la marca).
También la Administración pública, en concreto la Junta de Andalucía, se ha apuntado a este carro consumista: en las páginas de Internet, en las que se recogen las ayudas de acción social para los trabajadores de la Junta, se anuncia una cadena de ópticas -la que ha pujado más alto para llevarse el favor de nuestros gobernantes- que suministrarán lentes y lentillas al personal que así lo requiera.
Sin ir más lejos, la Delegación de Educación de Málaga invita periódicamente a los directores de los colegios e institutos a la presentación de tal o cual programa pedagógico en un hotel de cinco estrellas de otra conocida cadena de alojamientos, mientras salones de actos de institutos o comedores escolares de colegios podrían servir gratuitamente a ese fin, demostrando un apoyo a sus instalaciones, a sus servicios y al personal que allí trabaja.
Si esto sigue así, veremos a los ordenanzas y conserjes recibiendo pingües ofertas para llevar publicidad de empresas de bricolage, los enfermeros llevarán en sus batas anuncios de tal o cual medicamento, los docentes incluirán en su vestimenta anagramas de las editoriales, librerías o fábricas de tiza, y eso refiriéndome a artículos relacionados con su trabajo, pues sería bochornoso un médico publicitando curanderos del 906 o funcionarios ofreciendo en sus solapas contactos con chicas de pólizas ardientes o chicos sado con pearcing de clips y grapas.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de febrero de 2001