Soy vecina del barrio de San Bartolomé, en Sevilla, y una de mis zonas habituales de paseo son los Jardines de Murillo. En EL PAÍS del domingo, día 11 de febrero, en un artículo, el señor Juan Alfonso del Real dice textualmente que 'cierto equipo municipal, velando por la moral y buenas costumbres, dispuso vallarlos con gruesas y altas rejas de férreos barrotes'. Yo no sé desde cuándo conoce este señor los Jardines de Murillo pero no hace tanto tiempo que había tres fuentes en un pasillo de dichos jardines: las destrozaron hasta hacerlas desaparecer. Había alrededor de 20 pérgolas con soportes de mampostería que corrieron la misma suerte. La fuente del paseo Catalina de Ribera, destrozada. La importante azulejería costumbrista de antes del 29, despedazada y desaparecida en su totalidad. Los bancos, tanto de hierro como los de mampostería, arrancados de cuajo y destrozados. Para la Expo del 92 se restauraron bancos y bordes de los jardines, al año siguiente..., destrozados. Señor Juan Alfonso del Real, estos no son inmoralidades ni malas costumbres, esto es simplemente terrorismo cívico.
Por otra parte, tanto el Parque de María Luisa, el del Alamillo, el de los Príncipes o el del Prado de San Sebastián, e incluso la misma Plaza de España, están, afortunadamente, vallados, aunque sólo sea para preservar esa moral y buenas costumbres que usted, a mi entender, tan cínicamente proclama. (Por supuesto que me da exactamente igual el equipo municipal que los vallara.)-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de febrero de 2001