Las noticias que han acompañado al comentario xenófobo, y racista, que realizó uno de los diputados del Parlamento andaluz han venido apuntando hacia el PP. Se pensaba, más que se conocía, que, como la política del Gobierno central es la de mandar a los inmigrantes a su casa, no resultaba extraño que uno de sus militantes deseara que se quedaran los moros en Marruecos. Así se ahorraban el seguro y el viaje. Podía ser creíble. Esta credibilidad entre comillas, aunque no justifique las insinuaciones de determinados políticos en contra del PP, pues faltaba la confirmación del dato, sí puede ser bastante para alejar la intención injuriosa que presume Antonio Sanz.
La querella por injurias que anuncia contra José Caballos y el presidente del comité de empresa de RTVE en Andalucía no parece que esté muy pensada jurídicamente. Aparte que palabras, intenciones y salidas de madre no son algo extraño al PP de Antonio Sanz. En Juan Enciso tiene a un buen compañero y ejemplo de cómo hay que hablar y alojar a los magrebíes. Ahora bien, el anuncio de una querella posiblemente infundada en la dirección que apunta no debe esconder el comportamiento del diputado socialista Rafael Centeno. Es el autor de la frase xenófoba, y racista, aunque ni ahora, ni antes, comparta su significado.
Desconozco, cuando escribo estas líneas, si ha sido sancionado, y en qué medida, por la comisión ejecutiva del PSOE. Es un acto interno de partido. En su ámbito se resolverá. Lo que sí me importa, lágrimas aparte (también las echó Boabdil y Granada sigue siendo preciosa), es su comportamiento. Su silencio. Un silencio que esconde en su falta de memoria y que ha dado lugar a que otra persona sufra las consecuencias de este callar. Este silencio es el que debió guardar en el Parlamento y hablar sólo de inmigración. Es para lo que había sido convocado al pleno.
Además, hablar ahora, cuando todo se sabe, no tiene otro mérito que el del ladrón que confiesa cuando todos le identifican. El daño ya está ocasionado.
En cualquier caso, como ha dicho Matías Conde, el diputado a quien se presumía el comentario, el tiempo coloca a cada uno en su sitio. Rafael Centeno, con sanción o sin ella, está en el suyo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de febrero de 2001