La profesión médica no es nueva. Las innovaciones tecnológicas, la distinta percepción por parte de los usuarios de sus necesidades en materia de salud, requiere de un tipo determinado de profesional que además de poseer el necesario conocimiento científico y técnico adecuado a encauzar y satisfacer estas necesidades, disponga de los elementos comunicacionales y humanísticos que se precisan para afrontar los nuevos retos del siglo XXI.
El médico de familia no puede olvidar en nuestros días la cantidad de información recibida por la gente, de pretendido carácter científico, no bastante filtrada y ponderada, pero que es la que contribuye a crear un estado de opinión, de manera que a menudo el peso específico de las afirmaciones basadas en las pruebas científicas, es menor que aquel generado por los poderes mediáticos.
Todo profesional sanitario debería tener en cuenta que la sociedad espera que prestemos un servicio de calidad, satisfactorio para los usuarios, y al menor costo posible, siempre que esta última premisa no vaya en detrimento de las dos primeras.
Cuando un médico de familia se sienta en su consulta y abre su puerta, se supone que debe atender, escuchar, observar, comprender, asesorar, educar, aconsejar, informar, motivar, negociar, consolar, ayudar, tratar, prevenir y rehabilitar a todo el que entre pidiéndole algunas de estas cosas.
Además, se supone que el médico general debe registrar, certificar, ahorrar, informar, derivar, rellenar, prescribir, hacer constar, contestar, declarar a distintas instancias, por poner unos ejemplos.
Piénsese, por todo ello, y reflexiónese hacia dónde debe ir la Atención Primaria del futuro, cuánto tiempo mínimo se le puede honestamente dedicar a cada paciente y qué valor debemos dar a las distintas actividades del médico, sobre todo a aquéllos a los que el paciente decide libremente visitar cuándo y cuánto quiere, como no podría ser de otra manera.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de febrero de 2001