El oráculo de Delfos ha hablado y ha dicho que la Ley de Extranjería española es la mejor del mundo. Si esto implica que a los extranjeros (¿quién puede llamar a otro extranjero?) no se les reconocen los derechos mínimos de seres humanos: el trabajo, sindicarse, poder oponerse con la huelga a la explotación salvaje de muchos empresarios, ir a la escuela, recibir asistencia sanitaria (al borrador del reglamento de la ley se le ve ya el plumero en esta cuestión)..., entonces es mejor que no sea tan buena esta ley. Con palabras de Rilke: 'La oscuridad lo abarca todo: personas y poderes...'. ¿Cuándo nos hablará otro oráculo más sensato?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de febrero de 2001