La autopista A-8 dispone de 106 kilómetros de peaje -no cuenta el tramo metropolitano por Bilbao ni la variante de San Sebastián-, de los que la mayoría se encuentran en territorio guipuzcoano: 70 frente a los 36 kilómetros que discurren por Vizcaya. Los ingresos por los peajes alcanzaron el pasado año los 19.300 millones de pesetas, con subidas en los últimos ejercicios de un 10%.
Esta cifra muestra las posibilidades de ingresos, y por ello la Diputación de Vizcaya incluso diseñó una operación financiera, a través de su sociedad foral Bideak. Pretendía financiar la construcción de nuevas carreteras con 28.600 millones que se obtendrían con el peaje de la A-8 hasta el año 2016 en el caso de la peor hipótesis: que el canon actual se rebajase en un 70%. Sin embargo este plan está ahora congelado debido a la proposición aprobada en las Juntas sobre la gratuidad de la autopista, según admitió el diputado de Obras y Transportes, José Félix Basozabal, en noviembre pasado.
Pero desde 1998 la A-8 es algo más barata. Las complicadas comunicaciones viarias, especialmente en Guipúzcoa, llevaron hace tres años a las autoridades forales a implantar un peaje reducido para los usuarios habituales, que supone descuentos de entre el 15% y el 33% según el número de tránsitos. Pese a que las previsiones iniciales hablaban de atraer a cerca de 60.000 usuarios, la realidad los ha dejado en la mitad, y ahora son 30.000 automovilistas guipuzcoanos y vizcaínos los que utilizan las tarjetas de descuento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de febrero de 2001