Todavía hoy, el canario Agustín de Betancourt (Puerto de la Cruz, 1758-San Petersburgo, 1824), uno de los padres de la ingeniería moderna en Europa, es más conocido en Rusia -donde fue una especie de ministro de Obras Públicas del zar Alejandro I- que en la España de la que huyó por motivos políticos en 1808 y a la que ya no volvería nunca. La exposición dedicada a su obra, que se ha paseado durante años por España, fue presentada el martes en Moscú. La ubicación, en el Manezh, de la muestra no podía ser más acertada. El edificio, encargado a Betancourt por el zar Alejandro I, figura por derecho propio en los libros de historia de la ingeniería y la arquitectura del siglo XIX.
Como destaca Antonio de las Casas Gómez, gerente del Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo (CEHOPU) y comisario de la exposición, Betancourt fue mucho más que el ingeniero del Manezh. En España, fundó en 1802 la Escuela de Ingenieros de Caminos, diseñó máquinas industriales y efectuó importantes innovaciones. Ya en Rusia, fundó el Instituto de Vías de Comunicaciones (hoy universidad). Obras suyas fueron también puentes y fábricas (como la de papel moneda de San Petersburgo y la de cañones de Tula) y la feria comercial de Nizhni Novgorod, su principal aportación al urbanismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de febrero de 2001