La comunidad internacional está escandalizada porque en Afganistán los talibán se han propuesto la destrucción masiva de monumentos budistas. La verdad es que es horroroso. Pero a mí me parece mucho más horroroso lo que esos mismos talibán están haciendo con las mujeres de su país desde 1996. No les permiten trabajar; ni salir a la calle sin llevar el burka y compañía masculina de su familia; ni tienen derecho a la educación; ni a la asistencia sanitaria; ni siquiera a hacer ruido al andar. Pero no me ha parecido oír nunca un clamor mundial respecto al tema, como ahora con esas estatuas. ¿Se ha indignado por el trato que padecen las mujeres en Afganistán el grupo árabe de la Unesco? ¿Se han movilizado los líderes mundiales? ¿La ONU? Si la respuesta fuera sí, habrían conseguido que esa situación cambiara: ¡Buenos son ellos cuando algo no les gusta! No estaría de más que la comunidad internacional no pusiera el grito en el cielo sólo por el patrimonio cultural de la humanidad, sino también cuando se trata simplemente de humanidad. Parece obvio. ¿Lo parece?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de marzo de 2001