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Crónica:CRÍTICA | CLÁSICA

Nació la ópera

Aunque el programa parecía centrarse en el Barroco inicial, su verdadero eje fue el nacimiento de la ópera. Con varias fuerzas confluyentes. En primer lugar, los madrigales; en segundo, las cantatas. Luego, algo de música instrumental, cada vez más teatralizada. Y, sobreponiéndose a todo, la reinvención de la tragedia griega, con el subsiguiente objetivo de ligar palabra y música.

El drama cantado aún estaba en gestación y, no obstante, el arioso de Monteverdi consigue ya resultados equiparables a la efectividad de Puccini y a la obra de arte total de Wagner. El programa no proponía una ópera. A lo sumo, alguna cantata fronteriza: Il Combattimento di Tancredi e Clorinda. Además de unos cuantos madrigales y algunas piezas instrumentales. Pero toda la sesión mostró una tendencia hacia lo contrastado, lo dinámico, lo expresivo (no en vano se le llamó stilo concitato) y lo dramático. El Renacimiento había acabado, la ópera surgía con fuerza.

The English Concert

Ciclo Solistas Internacionales. The English Concert. Director: Trevor Pinnock. Obras de Monteverdi, Castello, Picchi y Marini. Palau de la Música. Valencia, 4 de Marzo.

El texto siempre ha condicionado a la música, y la buena música suele acrecentar el texto. Desde siempre. Pero ahora (en la primera mitad del XVII) hay un conflicto en escena. Aunque esté servido con ocho instrumentistas, cuatro cantantes y ningún aparato escénico. Ese conflicto hizo presente la esencia de un género que sólo tuvo posibilidades cuando Monteverdi lo cogió en sus manos. Por eso, la gracia de Trevor Pinnock fue el hacernos contemplar una pequeña secuencia de su germinación.

Dos violines, una viola, un bajo de viola, un violonchelo, un clavecín, un órgano: fue suficiente para seducirnos a todos. Sin olvidar a los cantantes, que sabían decir las cosas. No importó mucho algún fallo en las notas agudas de ambos tenores, algún exceso de volumen en el clavecín, alguna agilidad insegura. Porque todos los músicos que había en escena eran conscientes de lo que estaban recreando, y el milagro se logró: la ópera estaba naciendo, el Barroco balbuceaba. Y los oyentes, silenciosos, contemplábamos el alumbramiento.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de marzo de 2001