Qué casualidad. Organizaciones aparentemente tan dispares como Haika o UGT han dado una valoración muy parecida de lo que fue el 3 de marzo vitoriano. Pese a algún matiz más o menos distinto, sobre todo respecto a la orientación patriótica que cada cual ha querido darle a lo que pasó en Vitoria aquellas semanas, todos los opinantes coinciden sospechosamente en un mismo punto: los obreros reunidos en aquellas interminables asambleas 'exigían mejoras en sus condiciones laborales'.
Ni por un momento se dice que por parte de los más conscientes de aquel movimiento no se quería mejorar la sociedad de clases, sino acabar con ella. Acostumbrados a negociar convenios o límites territoriales, algunos obreristas profesionales han olvidado que, frente el sistema de producción capitalista, los sujetos revolucionarios no quieren mantener la explotación asalariada, sino abolirla. Los otros, ya se contenten con Tamara, Sánchez-Dragó o el Che Guevara, pretenden mantenerla al precio que sea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de marzo de 2001