El edificio que ayer perdió su fachada era una especie de pequeño centro comercial con distintos establecimientos. El primer piso lo compartían un local para conectarse a Internet, una peluquería y la consulta de un dentista. En el segundo, un centro capilar, que tiene más sucursales en Madrid, ofrecía hasta ayer sus servicios. 'Mira, esa mesa es nuestra', comentaba Mariano García, dueño del establecimiento, a su esposa mientras dos bomberos sacaban el mueble de entre los escombros. Mariano llamaba en ese momento a las otras sucursales para que atiendan a partir de ahora a los clientes del centro afectado. 'Y recuerda, el cliente es lo primero', afirmaba Mariano por el móvil mientras a sus espaldas los bomberos continuaban trabajando. Ahora, lo único que queda del centro capilar y que se puede ver desde la calle después de que el edificio se haya quedado desnudo son varios diplomas colgando sobre una pared.
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El tercer piso, una vivienda particular, dejaba como recuerdo dos cabeceras de hierro de sendas camas. En el cuarto y último piso vivía, según algunos vecinos, Alfonso Bertomeu, un delineante que trabaja en la Junta Municipal de Moncloa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 8 de marzo de 2001