¿Cómo es posible que la comunidad internacional se rasgue las vestiduras e interceda ante el Gobierno de Afganistán por la destrucción de estatuas (que todos consideramos de valor inapreciable) y nadie haya movido un dedo por el crimen continuado que se ejerce contra las mujeres (y, de rechazo, contra la libertad de todos) en ese país? ¿Hasta ese punto llega la subversión de valores?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 8 de marzo de 2001