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DANZA

Dos bailarines confiesan y recuerdan en El Canto de la Cabra

El lenguaje del cuerpo puede servir para hacer penitencia y para mirar atrás. Queda patente en el programa doble de danza que ofrece la sala El Canto de la Cabra, desde hoy hasta el 18 de marzo: las Confesiones obscenas de Carlos Fernández López y las remembranzas de Alejandro Morata en Nadie. Las confesiones corren a cargo de un individuo alérgico al sosiego y propenso a confundir los recuerdos con los deseos y los sueños. 'Cuando bailo no sé de dónde sale todo, por qué el dolor y el placer, por qué me estremezco o me sonrío, por qué me retuerzo como una muerte falsa, por qué seguir o por qué parar', duda. Mas la experiencia no le hace sufrir, él disfruta. 'Hago lo que puedo y ésta es una buena ocasión para contar cosas que ahora mismo se me retuercen', anuncia.

Las evocaciones del coreógrafo e intérprete de Nadie son más trágicas. Alejandro Morata, de la compañía Provisional Danza, se pregunta: 'Qué provoca el recuerdo en quien ha padecido los avatares de una guerra'. Y a ritmo de Vivaldi y Häendel ahonda 'en la capacidad del ser humano para soportar y transformar cualquier situación'. 'Intento comunicar a través de la danza la bondad y la maldad que encerramos', explica.

Confesiones obscenas y Nadie, en el teatro El Canto de la Cabra (calle de San Gregorio, 8, metro Chueca), hasta el 18 de marzo. De jueves a domingo, a las 21.00. Precio: 1.500 pesetas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de marzo de 2001