Cuando todos los ríos españoles se desbordan, y el agua se pierde en el mar, los almerienses seguimos mirando al cielo. Brumas, nubes pasajeras que se las lleva el viento, pero agua ni gota. Por otro lado el debate nacional sobre el trasvase a Levante. Una vez más se nos olvida. Existimos. El macroplán comprende seis billones de pesetas en 20 años. Largo me lo fiáis. En un cuarto de siglo podría cambiar la climatología regional; pueden aparecer energías renovables, hasta surgir nuevas estructuras económicas, pero, de momento, que nos traigan cubas de agua del Ebro, Tajo o del Guadalquivir, que está más cerca. Los proyectos a largo plazo me dan miedo. ¿Quién me garantiza que el litro de agua en el 2025 cueste 50 o 75 pesetas? Mientras llega el agua, el Gobierno podría eximirnos del IRPF, a título excepcional y temporal, y así las empresas constructoras beneficiarias del plan se darían más prisa en la construcción y amortizarían el cemento de la canalización. Dentro de 25 años veremos a Aznar, Felipe y Zapatero cobrando la pensión raquítica y teniendo que mendigar un vaso de agua a los pueblos por donde ahora pasa un río que se les desborda. Mientras tanto los almerienses seguimos confiando en Dios, que está muy alto y en el zar, que está muy lejos, en La Moncloa.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de marzo de 2001