Tengo 20 años y nada sé de dictaduras ni de golpes de Estado, salvo por lo que he leído y visto en televisión (luego no debo de estar muy bien informado). El domingo, 4 de marzo, no salí de mi asombro al leer en su periódico sobre la directa implicación de EE UU en los crímenes cometidos en Chile durante y tras el golpe de Estado perpetrado por el 'inválido' Pinochet.
No deja de sorprenderme que el Gobierno estadounidense ponga tanto empeño en sentar en el banquillo a criminales de guerra como Milosevic, que al fin y al cabo no son más que burdos imitadores del premio Nobel de la Paz 'doctor' (¿en crímenes contra la libertad y la democracia?) Henry Kissinger, mientras este último pulula a sus anchas dando conferencias por todo su territorio. Y este esfuerzo, en supuesta defensa de la paz y la democracia en el mundo.
Desde luego, si ésta es la paz que quieren imponer en el mundo, va por buen camino su recién elegido y brillante orador presidente Bush con su escudo de misiles y sus bombardeos genocidas a Irak (aunque no nos sorprendamos; de casta le viene al galgo).
Y lo más triste de todo es que en el resto del mundo somos tan imbéciles que no hacemos más que intentar imitarlos.–
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de marzo de 2001