Mientras un tribunal condena a un niño de 14 años a cadena perpetua, en una prisión ejecutan a un enfermo cerebral. Es el sistema: el de Estados Unidos. Nosotros no matamos (por sentencia) desde Franco: ellos nos parecen anticuados. No mata ningún país en Europa: excepto Rusia, a la que siempre consideramos asiática. El niño tenía 12 cuando mató a una niña, y le sacó el hígado. No es verdad que la realidad imite al arte, por mucho amor que le tengamos a Wilde (conviene leer Wilde total, de Villena, Planeta): su cine está hecho de la vida cotidiana. Hannibal (repugnante) o Quince minutos (el más bello rodaje de la violencia, la más dura ironía). El país que ha elegido presidente, quizá con trampa -¡es el sistema!-, al gobernador más implacable en el cumplimiento de las penas de muerte; el candidato que ha defendido la compra libre de armas. Sistema de pobres y ricos: la riqueza se acumula en las mayores fortunas y la pobreza se extiende en grandes barrios donde el nivel de vida es el de la India, el de Nigeria. Cuidado, no digo que es así el país, aunque tenga detrás a Custer -la extinción de los indios- o a Kissinger -la defoliación del Vietnam, las matanzas de Pinochet-, sino el del sistema que se ha ido afinando y asentando.
Ni este país nuestro (de ellos, más bien) sea el del general Weyler en Cuba, el de Arias Navarro en Málaga o el del crimen de Cuenca: pero si todo sigue, un día tendremos niños condenados a cadena perpetua, hombres ejecutados. 'Mano dura' es una petición antigua. 'Vivan las caenas' para atrapar a nuestros vecinos, porque nosotros somos los justos. No es un problema de izquierda o de derecha, de maldad o de bondad: es otra cosa, un relámpago de prehistoria de los vascos perdidos, o simplemente de Antiguo Testamento, como quienes en Israel eligen a Sharon. La amplia sonrisa de Aznar insistía con su mano tendida a Obiang, que no se daba cuenta, hasta que consiguió que se la estrechara. Parece que, en privado, le habló de los derechos del hombre. Eso sí, Obiang no condena a muerte a niños de 14 años. Tiene ¡otro sistema! Aquí hay quien les amordaza con esparadrapo, les ata de pies y manos: una institución de la Comunidad, más o menos privatizada. Cuando son mayores de edad, se les lanza a la calle a lo que sea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de marzo de 2001