En torno al 10% de los ancianos (octogenarios y nonagenarios) de los países desarrollados sufren problemas de malnutrición por dificultades para masticar, deglutir y digerir los alimentos, ciertas enfermedades, problemas de soledad o deterioro mental. Según el geriatra Eduardo Hortoneda, secretario general de la Asociación Profesional de Médicos de Residencias, una alimentación inadecuada en este grupo de población incrementa la vulnerabilidad del sistema inmunológico y aumenta el riesgo de infecciones y otras enfermedades. 'También produce', añade, 'atrofia muscular, niveles altos de azúcar o grasas en sangre, debilidad, apatía, mayor riesgo de fracturas óseas y menor respuesta a la medicación'.- M. S.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de marzo de 2001