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OPINIÓN DEL LECTOR

Ruidos molestos

Si tiene usted un problema de ruidos con un vecino, no llame a los policías municipales: lo más probable es que se pongan del lado del vecino.

En el piso de arriba vive un estudiante canario que suele relajarse jugando a los dardos con la diana en la pared justo encima de mi escritorio de trabajo. Supongo que los chinos ya habrían inventado este tipo de tortura parecido a la gota sobre el cerebro, pero acústico. No creo que el canario sea tan original.

Esta situación ya dura más de seis meses, así es que finalmente decidí llamar al 092, es decir, la brigada especial de asuntos domésticos, creo. Vinieron dos apuestos policías con la talla de la nueva España y yo pensé que por fin mis problemas iban a terminarse.

Subimos al piso, llamamos, apareció el canario y por un momento pensé que sólo la presencia de la autoridad a altas horas de la noche pondría fin a mi martirio. ¡Pero no fue así, sino todo lo contrario!

El guardia urbano trató de argumentar mi punto de vista, pero sospecho que él también era aficionado a los dardos, porque, después de ver la maléfica diana colocada justo en el lugar que yo suponía, llegó a la conclusión de que era reglamentaria y hasta tenía un corcho detrás. Es decir, mis quejas eran infundadas.

Por alguna razón, quienes nos quejamos por alguna cosa solemos tener una imagen fatal, y, si no argumentamos bien nuestras quejas, corremos el riesgo de parecer señores quisquillosos, neuróticos y poco de fiar. Un ciudadano normal es aquél que sabe cómo soportar el superequipo de música de su vecino sin inmutarse.

Así es que el policía dijo: 'Esta conversación es absurda', y se fue. Mi vecino canario recibió el espaldarazo de la autoridad para seguir su cotidiana práctica de tiro al blanco. -

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de marzo de 2001