'Tengo un hijo que vive a las afueras de Madrid, en un pueblo de la periferia, y me paga mensualmente el alquiler de la casa', cuenta pausadamente y con simpatía Asunción, una señora octogenaria. 'El caso es que, según he podido saber, tanto a mi hijo, allí en el pueblo, como a mí, el banco y su sucursal donde recibo ese dinero nos cobra por la operación bancaria a los dos. En mis tiempos', añade con un punto de sorna, 'los bancos te pagaban intereses por tener tu dinero. Ahora, al parecer, tienes que pagarles para que te lo guarden y hagan con él las inversiones que quieran. Mira tú las vueltas que da la vida'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de marzo de 2001