Por un momento te tienta meterte en la piel de una mujer afgana, solidarizarte con ella desde los sentimientos porque desde la razón hace tiempo que te revelas con y por ella, y te colocas la burka, y es, como un sudario, es pasar de ser una mujer a no ser nada, todo se desdibuja: las luces, la gente, las cosas... He perdido la identidad nadie me ve y yo apenas veo a nadie. Podría ser comparable a jugar al escondite, sino fuera porque yo no quiero esconderme, me esconden, yo no quiero ser muda y me quitan la voz, me gusta reír y han borrado mi risa, me encanta mirar y han cerrado mis ojos. Oigo cantar y no puedo unirme a los cantos, la burka me pesa como una losa, me ahoga. Siento una gran rabia que me lleva a las lágrimas... y en mis oídos las canciones de otras mujeres. Siempre he querido ser lo que soy, Mujer y hoy, más que nunca.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de marzo de 2001