De Cuenca participó en el ciclo de conferencias que organiza el Club Siglo XXI sobre España ante el nuevo milenio: 25 años de monarquía parlamentaria. Su conferencia sobre Política cultural para el siglo XXI fue presentada por el nuevo director del Instituto Cervantes, Jon Juaristi. El secretario de Estado dedicó su disertación a explicar el cambio que ha supuesto en las políticas culturales el salto de la modernidad a la posmodernidad que se inició con la caída del muro de Berlín y que se ha consolidado con el cambio de milenio. Según De Cuenca, la fragmentación y la pluralidad cultural de las sociedades posmodernas impiden aplicar 'políticas rígidamente ordenancistas como las que pretendían ejecutar hace sólo 10 años los gobiernos socialdemócratas'.
Explicó De Cuenca que la noción de política cultural nació con las sociedades modernas, caracterizadas por 'la centralidad del individuo'. Las tres claves que definieron la política cultural hasta bien entrado el siglo XX fueron la educación pública -'destinada a formar la conciencia individual'-, la apertura de museos -para democratizar el arte y 'ofrecer al individuo la posibilidad de abrirse al conocimiento estético'- y la conservación del patrimonio -'un instrumento de cohesión de la identidad colectiva'-. Todo ello marcado por un perfil de 'proyección vertical' que situaba al Estado en un plano jerárquicamente superior desde el que se proyectaba la cultura sobre la sociedad.
El secretario de Cultura expuso los rasgos que caracterizan a la nueva sociedad posmoderna y que explican el giro en las políticas culturales. Estos rasgos son la creciente fragmentación social (alimentada por el consumismo y el individualismo), la amenaza del colonialismo cultural (favorecido por la creciente circulación de la información) y la desaparición del canon en la cultura occidental (en favor de ideas contrapuestas, frágiles y permeables).
La consecuencia que extrajo De Cuenca de estos cambios es que el Estado debe compartir el protagonismo de la política cultural con la sociedad. Como ejemplo de las obligaciones que mantiene el político en esta nueva sociedad, señaló la necesidad de conservar 'un grado aceptable de convivencia en esa sociedad fragmentada', mediante medidas armonizantes como el multiculturalismo. Aunque también advirtió del peligro que corren los políticos de caer en 'abusos ridículos' como 'la corrección política, que ha terminado desplegando una infame tiranía sobre el pensamiento y la creación en nombre de la libertad y de la igualdad'.
El fomento de la lectura, la promoción de las artes, la mejora de los museos, la difusión de la excelencia estética, la estimulación de la creación y la participación del público en la actividad cultural son, según De Cuenca, los objetivos principales de la política cultural. 'Es, por cierto, la política que yo personalmente he preconizado en la Secretaría de Estado de Cultura', afirmó. 'Yo no me veo imponiendo a mis conciudadanos un canon sobre qué es lo bello; yo creo que mi función ha de consistir en facilitar el camino de cada cual hacia ese canon que ya existe en la sociedad', concluyó.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de marzo de 2001