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COLUMNA

Yanquis

'En Estados Unidos cualquiera puede llegar a presidente. La prueba está en su presidente'. Aquella famosa sentencia incluida en los años setenta en el libro Autopista, del desaparecido humorista catalán Jaume Perich, destroza uno de los mitos más arraigados de la cultura yanqui: la glorificación del triunfo individual. Caiga quien caiga y a cualquier precio, dejando todo tipo de cadáveres por el camino y al grito de que el fin justifica los medios, la filosofía del éxito impone siempre su ley en Estados Unidos. Pero la inmensa mayoría de adoradores del becerro de oro cae por el camino y pasa a engrosar esos temibles ejércitos de norteamericanos desquiciados que se emborrachan todas las noches o que recurren al consuelo del rifle para vencer sus tendencias depresivas o paranoicas. No resulta, pues, extraño que una de las primeras preguntas que los estadounidenses suelen formular a los forasteros sea aquella de '¿usted cuánto gana?' Tanto ganas, tanto vales, es el único termómetro.

La iconografía individualista se halla tan extendida en los medios de comunicación de masas que varias de las películas candidatas a los próximos oscars resaltan esa enfermiza exaltación del héroe solitario. Eso ocurre desde la peripecia del general romano de Gladiator, que se toma la revancha en un itinerario que termina en el éxtasis del circo, hasta la secretaria pizpireta y deslenguada que coloca contra las cuerdas a una multinacional en Erin Brokovich, pasando por el intrépido fiscal de Traffic en su lucha contra el imperio de la droga. En las antípodas europeas de esa concepción del mundo, otra candidata al Oscar -la inglesa Billy Elliot- apunta al triunfo del esfuerzo. Porque la carrera del adolescente protagonista está arropada por una profesora de danza, por una familia obrera que vence sus prejuicios iniciales y por un sistema educativo que todavía concede algunas oportunidades al hijo de un humilde minero. La diferencia radica en la salvación colectiva o en el 'sálvese quien pueda' que los yanquis pretenden exportar a todo el mundo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de marzo de 2001