Me refiero al editorial de ayer titulado Euskadi-Europa, en el que se dice que describí el informe del comisario Gil-Robles como 'panfleto antidemocrático' y 'golpe bajo y sucio'. Lo que ocurre es que yo argumentaba por qué decía estas cosas, y esa argumentación ustedes me la niegan.
El señor Gil-Robles se limitó a visitar la Comunidad Autónoma Vasca omitiendo Navarra, donde no actúa la Ertzaintza y, sin embargo, en el entorno de Pamplona hay más violencia callejera que en Bilbao. Omitió el criterio del rector de la Universidad del País Vasco, don Manuel Montero, en el sentido de que dicho informe no refleja la realidad en relación con la educación.
Finalmente, dicho informe atiende única y exclusivamente lo que dice el sindicato Erne, a quien otorga toda la credibilidad, y no así ni al lehendakari ni al consejero del Interior ni a ninguna autoridad que no abonara las tesis de un sindicato reivindicativo y extremadamente hostil con las autoridades del Gobierno vasco. El resumen que proyecta este informe de Gil-Robles es que un 50% de la población está amenazada, dando a entender, insinuadamente, que por el otro 50%, y el Gobierno vasco mira hacia otro lugar. Y esto, que es lo que se ha proyectado, es una auténtica barbaridad.
Mi decepción personal con Álvaro Gil-Robles nace en la promesa incumplida de que, habida cuenta que estamos en una extenuante y descalificadora precampaña electoral, él no iba a hacer público este informe hasta después de las elecciones junto al comentario de que él nada iba a decir sobre el sistema educativo porque en dos días en Euskadi no tenía elementos de juicio suficientes para enjuiciar dicha situación. Incumplió las dos promesas, siendo además un ciudadano español adscrito a un partido político, sin carnet, que enjuicia una situación que ocurre en el Estado español y lo hace con tan sólo dos días de trabajo. Con esto queda dicho todo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de marzo de 2001