Empeñada en imponer su autoridad, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) ha acortado drásticamente la duración de las partidas en los Campeonatos del Mundo.
Pocas pasarán de las tres horas, y casi ninguna de las cuatro. La aplicación obligatoria de la medida en todos los demás torneos queda aplazada hasta el próximo Congreso, previsto para septiembre. La FIDE intentó que entrase en vigor desde el pasado 1 de enero, pero los organizadores de Wijk aan Zee (Holanda) y Linares, entre otros, se negaron.
Tres de las federaciones nacionales que protestaron con fuerza –Francia, Holanda y Alemania-, acudieron a la reciente sesión de la Junta Directiva en Cannes (Francia).
Resulta sorprendente que, tras ella, ninguna de las tres haya emitido un comunicado para aclarar si ha cambiado de postura, dadas las contundentes manifestaciones anteriores.
"No debemos tolerar la violación de los estatutos", había dicho Egon Ditt, el presidente alemán. Jean Claude Loubatière, presidente de la Federación Francesa, abundó en la misma línea: "Resulta escandaloso que una decisión de tal importancia para el futuro del ajedrez se tome sin la mínima consulta previa a las federaciones nacionales. La nuestra no tomará en cuenta esta pseudodecisión".
La FIDE sostiene la necesidad imperiosa de acortar las partidas con el fin de que el ajedrez se adecue a la televisión e Internet. Entre las ventajas del nuevo sistema está la facilidad que dará a los organizadores para reducir gastos –programando dos rondas en un día- y promover actividades paralelas en los torneos. Por otro lado, los espectadores presenciales e internautas necesitarán menos tiempo para seguir una ronda entera.
Además de las quejas por el escaso diálogo que precedió a la decisión de la FIDE, ésta agudiza un debate alimentado por quienes mantienen que jugar más rápido implicará una pérdida de calidad en las partidas; entre ellos, Gari Kaspárov y Anatoli Kárpov. Otros, como el búlgaro Véselin Topálov, reciente vencedor del torneo de Mónaco, disienten radicalmente y sólo ven beneficios en el ritmo rápido.
Con el actual (dos horas para los primeros 40 movimientos, una más para los 20 siguientes, y otra para terminar), la duración límite era de siete horas, y muchas partidas terminaban entre la cuarta y la quinta. "Pero buena parte de ese tiempo se invierte en pasear por el escenario para observar las otras partidas", argumentan Topálov y quienes piensan como él.
Hay unanimidad en un solo punto: el nuevo ritmo obliga a mejorar sustancialmente la preparación casera de las aperturas (primeros movimientos) y los finales (posiciones con pocas piezas) con el fin de efectuar muchas jugadas de memoria y reservar el mayor tiempo posible para improvisar. En todo caso, las reflexiones de 30 o 40 minutos para una sola jugada, que ahora se ven casi todos los días en los torneos de élite, pasarán a ser una rara noticia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de abril de 2001