Los partidos de la oposición política catalana coincidieron ayer en calificar como un síntoma de debilidad el anuncio de la retirada de Jordi Pujol como candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat.
El líder socialista Pasqual Maragall admitió sentir 'alegría porque una parte de la crisis se está acabando, pero, a la vez, insatisfacción porque la crisis no se ha acabado'. Maragall añadió que ya preveía la renuncia de Pujol, 'porque sabe que perdería [las elecciones de 2003] y no es una buena forma de despedirse'. El primer secretario del PSC, José Montilla, auguró una 'tricefalia entre Pujol, Duran Lleida y Mas que prolonga la decadencia de CiU', refiriéndose a la futura federación entre UDC y CDC, y añadió que Pujol debería convocar elecciones anticipadas.
En una línea distinta, el portavoz de Esquerra Republicana, Joan Ridao, afirmó que la situación obligaba a Pujol a 'anunciar formalmente lo que era un secreto a voces', su retirada. El anuncio de Pujol consiste, según Ridao, en una operación de imagen para esconder su derrota. En cuanto a la federación entre los dos partidos, Ridao coincidió en señalar que consagraba 'una estabilidad precaria'.
Alberto Fernández Díaz, presidente del PP de Cataluña, reclamó a CiU que 'gobierne y no piense tanto en gobernarse a sí misma'. El dirigente dijo que no se sentía sorprendido por la decisión de Pujol de no optar a la candidatura, ya que era una consecuencia del anuncio de la sucesión de Artur Mas.
El presidente de Iniciativa-Verds, Joan Saura, manifestó que para ser coherente Pujol debería haber dimitido y dar el relevo a Artur Mas, y añadió que la retirada 'era una decisión cantada' desde que Pujol perdió votos en las últimas elecciones autonómicas. Saura se refirió a la federación de partidos nacionalistas como 'un acuerdo de intereses'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de abril de 2001