Quiero, a través de su periódico, mostrar mi indignación por algo que pasó el sábado 24 de marzo de 2001: alrededor de las 19.00 accedí al autobús que estaba situado en la plaza de Felipe II, en Madrid, para donar sangre, y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que la médico se ponía a fumar tranquilamente dentro del autobús. ¿Es éste el mensaje que dan los responsables de la salud pública? Creo que lo más acertado hubiese sido que se bajara, como lo hizo la enfermera, a la calle a fumar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de abril de 2001