Primero anulamos los programas de debate, documentales y la función social y pedagógica en general de los medios de comunicación. La explicación es simple y se ajusta a las leyes del mercado: los programas documentales y que susciten reflexión no venden, no elevan los índices de audiencia ni las cuotas de pantalla, y la libertad es la libertad.
Después introducimos algo más sencillo y entretenido, que sí vende y no requiere ningún esfuerzo elegir, aunque con ello estimulemos la emergencia de lo morboso, lo mezquino o lo más chato del ser humano. Queda así abierto un camino más para la construcción de una sociedad educada, comprometida, sana y madura que puede elegir individual y libremente entre Sabor a ti o, elevando el nivel, Gran Hermano.
Más tarde hace el CIS una sesuda encuesta, como la que publicó el jueves 29 de marzo EL PAÍS, sobre extranjeros, inmigrantes e hijos de éstos que pueden compartir puestos de trabajo, pupitres y parques con nosotros y con nuestros hijos, y verán ustedes qué resultado más solidario para no ser un país ni racista ni xenófobo. Si quieren venir que vengan con el trabajo puesto y además que no nos lo quiten a nosotros.
Pero todo esto son cosas que no tienen por qué tener ninguna relación ni siquiera sutil, aunque haya gente que establezca entre ello un nexo forzado y sin ningún fundamento.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de abril de 2001