Acabo de leer, en este Berlín extrañamente frío y soleado, Hay un 'ultra' en mi cuarto, y me ha aumentado la preocupación que me suele producir la lectura de los datos sociopolíticos de este mi país de las autonomías.
Y es que la división de los jugadores madridistas en los tres grupos (los que reciben a los ultras: a) por simpatía, b) por indiferencia y c) por necesidad), si coincide con la realidad, es algo realmente serio.Ya es triste que un ser tan bien pagado como un futbolista del Real Madrid no haya tenido tiempo de informarse de la maldad intrínseca del racismo, y lo sea a su vez -pues eso significa tener simpatía por los racistas-; pero cada uno puede tener su opinión, claro. Y preocupante es que sean indiferentes ante una ideología que ha producido decenas de millones de muertos en todo el mundo.
Pero es triste y vergonzoso que un joven profesional, brillante, rico y con las puertas abiertas a cualquier otro club confiese tener miedo de las voces de un grupo de espectadores a los que por vergüenza no califico.
Esta noticia muestra claramente el grado de necedad (de 'necio', el que no sabe) en que se encuentra sumida una gran parte de la sociedad española, así como el poco valor cívico del que disfrutamos.
En mi juventud le hice el saludo nazi al anterior dictador de España; el contacto con disidentes y mis lecturas me hicieron ver la realidad, y la emigración me ha mostrado tanto la maldad como el remedio a esas ideologías.
¿Hay -en la actual clase política en el poder- un deseo sincero de extirpar la lacra del fascismo y el racismo? Saludos esperanzados desde la larga emigración. En este centro-este de Europa tenemos muy cerca las terribles consecuencias del antiguo racismo, y del nuevo en los Balcanes.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de abril de 2001