Después de menos de tres meses de mandato, la Administración Bush se ve mezclada de forma inesperada en un difícil enredo militar y diplomático con China. Si Washington o Pekín no logran controlar la situación provocada por la colisión entre un caza chino y un avión espía estadounidense el pasado fin de semana, las relaciones entre ambos países podrían verse seriamente perjudicadas. (...)
Puede ser que la colisión (...) fuera más bien un accidente que un esfuerzo deliberado por parte del piloto chino para chocar e inutilizar el avión norteamericano. (...) El presidente Bush tiene razón en (...) insistir en el regreso del avión y de su tripulación lo antes posible. (...)
El objetivo de los vuelos militares estadounidenses a lo largo de la costa china no es un secreto para Pekín. El final de la guerra fría no ha eliminado la necesidad de Washington de controlar las actividades y las comunicaciones militares entre China y Rusia, (...) pero siempre que los aviones estadounidenses permanezcan en el espacio aéreo internacional, no hay justificación para que China se oponga a esos vuelos. (...)
La Administración insiste en que en este caso no fue violado el espacio chino. (...) Es un momento importante para un presidente nuevo y sus consejeros de política exterior. (...) Dando por supuesto que Pekín trate de resolver este asunto de forma rápida y satisfactoria, Washington debería responder aceptando esta colisión como un lamentable accidente y no como una razón para enfriar las relaciones con China.
Nueva York, 3 de abril
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de abril de 2001