El Ayuntamiento de Alicante ha comenzado su campaña de podas a principios de marzo; será por lo del buen tiempo, porque los árboles no lo entienden, y si no que se lo pregunten a los olmos del Panteón de Quijano, que tras el paso del Atila de turno, José Luis López, responsable técnico de parques y jardines, no tienen un suspiro de ramita.
El señor López considera que la 'poda es un poco drástica pero eficiente, hemos conseguido dar al árbol un porte esbelto y estructuralmente muy seguro'. De acuerdo, porque los han convertido en tótem. Pero un tótem no es un árbol, es un palo. Esos troncos verticales están condenados a una continua mutilación porque sus nuevas ramas serán más débiles, no podrán soportar mucho peso y al final se quebrarán. Tienen los días contados.
Señor López, para trabajar en el cuidado de los árboles no hay mejor técnica ni mejor fórmula que la de conocerlos más y amarlos un poco. Si conociese bien a los árboles que trata sabría que tienen sus limitaciones fisiológicas y cumplen con numerosas funciones ambientales y sociales.
Estos árboles que ha mutilado, son parte de nuestra cultura e historia, embellecen nuestra ciudad, nos protegen de los calores del verano, purifican y humedecen el aire que respiramos, ofrecen lugares de nidificación e hibernación de numerosas aves urbanas y producen el oxígeno. Una poda en el arbolado urbano debe cumplir siempre tres principios: debe respetar la resistencia estructural, no poner en peligro la salud y respetar en lo posible su porte natural. ¡SOS! ¡Necesitámos árboles genuinos en Alicante!-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de abril de 2001