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La sala Rekalde repasa las distintas etapas creativas del pintor Mikel Díez Alaba

La sala Rekalde de Bilbao acoge desde ayer, y hasta el próximo 20 de mayo, Mikel Díez Alaba. Del exterior al interior (1971-2001), una retrospectiva del pintor compuesta por 75 obras. En dicha selección encuentran cabida óleos, acrílicos y tintas plasmadas sobre lienzos, cartón e incluso papel de periódico, que abarcan todas las fases que ha atravesado la producción artística del bilbaíno.

'La suerte que tenemos los artistas plásticos es que la obra al final es el reflejo de uno mismo. Es autoretrato, una especie de paseo por el tiempo en el que tenemos la posibilidad de recoger en un instante cuál ha sido nuestra existencia', asegura el autor refiriéndose a las sensaciones que le produce la muestra.

Ésta cubre, efectivamente, tanto la dolorosa figuración crítica de sus inicios (de 1971 a 1974), cuando cada cuadro reflejaba su descontento con la situación política y social de España, como la abstracción y el espacialismo expresivo a los que dio paso. Asimismo, da cobertura a su gusto por los paisajes (ríos serpenteantes, misteriosos bosques, furiosos torbellinos de proyección abstracta) y presta atención a sus últimas creaciones, compendio de todo lo mostrado con anterioridad. Aunque el futuro puede deparar algún giro brusco en concepción artística.

'No sé qué va a venir próximamente, pero quizá hay algo que falta en los últimos tiempos: el acuerdo con el hombre. Durante los últimos años he estado distanciado, necesitaba recomponer mi propio mundo, y ahora quizá cabe esa posibilidad. Creo que tengo una deuda con el hombre como hombre', insinúa Mikel Díez Alaba, quien desde 1981 reside en Menorca.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de abril de 2001