Siendo su trayectoria intachable, lo más destacable de la sorprendente andadura europea del Tau ha sido sin duda la concentración que han mostrado durante la larga y conflictiva semifinal ante el AEK. En un play off largo, esta capacidad resulta factor determinante. Encuentros separados por muy pocos días, escaso margen de recuperación, viajes de por medio, ambientes emocionalmente muy caldeados, apretados finales en los que muchas veces una sóla canasta separa la vida de la eliminación. El jugador, lógicamente, sufre como no lo hace en otras fases de la temporada y suele ser más sensible a los factores que usualmente acontecen en estas alturas de la competición. Por todo esto es resaltable la inalterable concentración que ha mostrado el Tau a lo largo de toda la semifinal, más impresionante si cabe teniendo en cuenta las circunstancias que han rodeado su desarrollo. Desde el primer minuto del partido inaugural hasta el último del cuarto (¿o era el tercero?) el Tau ha estado en lo que celebraba, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. La polémica, las molestias del ir y venir, la injusticia cometida, el cansancio, el impacto de ambientes extremos (en contra como a favor) desaparecían en cuanto el balón se ponía en juego. Ademas entre medias ha hecho los deberes nacionales sin fallar ni despistarse. Esta exhibición nos dirige y apunta hacia un equipo poco dado a dejarse llevar por las emociones. En el Tau el sentimiento lo pone su entrenador, Ivanovic, y en sus manos los jugadores resultan un escuadrón de currantes de lujo que seguro harán sentirse orgulloso a Josean Querejeta, instigador y cerebro de este tipo de organización de equipo: un entrenador con mando y látigo y un grupo de jugadores identificados con esta filosofía hiperprofesional donde no se pide ser de ningún sitio determinado y sí se exige una dedicación plena a la causa. Stombergas, hombre clave, es el mejor ejemplo de este estilo. Un gran jugador que cuando está en la cancha parece tener el corazón de piedra. Con parecido gesto en el rostro sufre y disfruta, mete nueve triples seguidos o soporta un mal día. Esta dureza mental les ha permitido llegar a la final y si la mantienen, ningún objetivo es imposible. Ni siquiera derrotar al todopoderoso Kinder.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de abril de 2001