Destruida ya la última estatua de los Budas de Bamiyan, es indudable que los talibán basan sus creencias en la fuerza, pues no sólo la utilizan par derribar símbolos de cultura milenaria sino también para que la mujer actual afgana siga sometida a un régimen machista y obsoleto. Parece imposible que en el siglo XXI haya todavía mujeres humilladas, secuestradas en sus propios hogares, condenadasa a una vida de tortura y a una muerte consentida por falta de asistencia sanitaria. A mí, se me eriza el vello al contemplar la imagen tenebrosa que desprende la burka. Como europea, acostumbrada a la práctica diaria de la libertad mostrando mi cuerpo al mundo y mis labios pintados de rojo, siento una gran impotencia.
Nosotras elegimos la imagen que queremos dar, nuestra forma de vida, estudiamos, trabajamos: somos libres. Estas mujeres no pueden alzar la voz, son presas de sufrimiento y temor, pero ¿qué hacen las organizaciones feministas para que su llanto callado desaparezca? ¿Cómo es posible que internacionalmente se permita? Es indignante e inhumano contemplar la trágica situación que viven las mujeres afganas, pero más indignante e inhumano me parece el que no se detenga.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de abril de 2001