¿Qué les parece a sus señorías si dejamos de insistir en la destrucción del adversario, en la descalificación del que vota distinto, en la satanización del otro bando...? Además, ¿por qué hemos creado la escenificación de bandos, de nacionalismos buenos o malos, de culpables de esta o aquella violencia, de exaltar o hundir la actuación de la Ertzaintza, de repartir políticamente euskara o castellano, como si de posicionamientos disyuntivos se tratase? Rechazo de plano esta esquizofrénica (di)visión.
Quienes creemos en la palabra, en el respeto y en la tolerancia sólo tenemos un adversario a combatir: la brutal y cruel violencia etarra; quienes la festejan, la defienden o la contemporizan tampoco están en el flanco del diálogo como verdadero instrumento para avanzar en la edificación del país. Pero nuestros representantes políticos están escenificando un bochornoso espectáculo: ellos están encallados en orillas opuestas, a pedrada limpia, justo lo que ETA pretende. El resto de la ciudadanía somos el cauce que, aun con disgustos y pérdidas irreparables, fluimos en agua un tanto revuelta, procurando no ser ganancia de ningún pescador.
Sé que es fácil pedirles calma, respeto, raciocinio, palabras y no esputos, y que lo difícil es que nos lo concedan. Yo les exijo que se porten como la ciudadanía lo está haciendo: civilizadamente. Es más, si en estos meses también están cobrando nómina pública, han de trabajar como los demás: presentando ideas propias, programas sustanciosos a desarrollar, proyectos imaginativos... para fomentar el consumo de alcachofa o para debatir el derecho de autodeterminación. Háganlo, se echa de menos.
Por último, y de paso, les propongo a todos los que rechazan la violencia asociarse durante un tiempo para trabajar en una única dirección: intentar arrinconar el terror, que quede implacablemente contra las cuerdas, contra el vacío, contra el mundo. Luego podrán disolverse esta entente (en un tiempo se llamó Acuerdo de Ajuria-Enea) y promiscuarse como quieran para conseguir lo que quieran. Entonces seremos un poco más felices.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de abril de 2001