La obra de Robert Antelme (1917-1990) La especie humana, que se publica en España después de más cincuenta años de su aparición en Francia, en 1947, fue calificada ayer por el pensador francés Edgar Morin como 'uno de los libros mayores del siglo XX, de gran literatura, pero sin pretensiones'. Morin, que fuera gran amigo de Antelme, destacó, durante la presentación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que uno de los valores de esta obra -publicada por Arena Libros en su colección Libros del Último Hombre- es que refleja la experiencia personal del autor en los campos de concentración nazis, 'sin añadir comentarios, ya que entendió que no eran necesarios y quiso indicar los hechos tal y como sucedieron'.
Robert Antelme, junto a su mujer, Marguerite Duras, y su amigo Dionys Mascolo, entró en 1943 en la Resistencia bajo las órdenes de François Mitterrand. Desde junio de 1944, cuando fue detenido por la Gestapo, hasta mayo de 1945, cuando burló la cuarentena establecida por los aliados y regresó a París, estuvo en varios campos de concentración, entre ellos Dachau, Buchenwald y Gandersheim. La especie humana, que el autor dedicó a su hermana deportada y muerta en Alemania, narra la experiencia y el horror que el autor vivió en estos campos, en los que al principio, recordó Edgar Morin, 'no estaban sólo los judíos, sino todo tipo de gente a la que se encarcelaba por diferentes motivos'.
Destrucción
Para el filósofo francés, que también participó en la Resistencia, Antelme refleja en su libro la experiencia fundamental de la esclavitud, de la destrucción individual, y es el 'primer testimonio humano de lo que significa la esclavitud', una esclavitud que 'continúa hoy en día'.
Morin definió a Antelme como 'un hombre muy bueno, de grandes cualidades, que hizo el regalo de su experiencia en este libro', en el que se planteó cómo esos seres que humillan a otros y tratan a las personas peor que a animales 'también forman parte de la humanidad. Ellos nos rechazan, pero también nosotros a ellos, y lo que no podemos es tratarlos como ellos nos tratan a nosotros, a pesar de que sea muy difícil lograrlo'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de abril de 2001