El problema del hacinamiento de presos en las cárceles y en los manicomios, -instituciones duramente criticadas dentro y fuera del Brasil- han sido siempre dos asignaturas pendientes en el país. En relación al problema de las cárceles, el Gobierno intenta resolverlo con penas alternativas fuera de los penales y con la construcción de nuevos edificios. En cuanto a los manicomios, el Parlamento acaba de solucionar el conflicto con la aprobación de una ley que elimina definitivamente esta institución. De los 68.000 enfermos mentales recluidos en condiciones infrahumanas en los viejos manicomios de los diferentes Estados del país, se calcula que más de 4.000 podrán salir ya antes de junio para integrarse en las llamadas Unidades de Servicio Residencial Terapéutico, pequeñas comunidades terapéuticas al estilo de las que se implantó en Italia en los años 70.
En los casos en que los médicos admitan que el paciente puede volver a vivir en familia y si ésta lo acepta, el Estado les resarcirá económicamente con una cantidad mensual que se calcula en 180 euros. Este subsidio se dará sólo en los casos de enfermos crónicos y además sólo para los enfermos que lleguen de los manicomios. Los nuevos pacientes mentales, que ya no podrán ir a un manicomio y que necesiten cuidados médicos, deberán ser atendidos en las unidades terapéuticas.
En realidad, en algunos Estados del país, como São Paulo, se esta aplicando la nueva ley desde 1999, antes incluso de su aprobación, hasta el punto de que casi ningún enfermo con problemas mentales era internado en un manicomio.
El objetivo de esta propuesta es acabar con la institución psiquiátrica cerrada, como asegura Luizemir Lago, coordinador de la Salud Mental de São Paulo, quien sin embargo ha querido subrayar que el proceso será lento pero irreversible. Algunos de los edificios de los grandes complejos psiquiátricos serán aprovechados para dividirlos en pequeñas unidades terapéuticas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de abril de 2001