'No nos gusta la LOGSE porque el nivel educativo es muy bajo', acaba de manifestar Rafael Monter, presidente de la Confederación Católica de Padres de Familia y de Alumnos de la Comunidad Valenciana (Cocapa). Con la aplicación de esa ley 'hemos creado una gran cantidad de niños cenutrios', añadió el mencionado ciudadano, haciendo gala de brillantez léxica: cenutrio es calificativo que se aplica a la persona ruda, lerda y torpe para realizar o comprender algo. Las manifestaciones de Monter precedieron a la inauguración del octavo congreso de su confederación, a la que asistieron en Castellón el alcalde Gimeno, del PP, y el mitrado Reig Pla, que impartió doctrina sobre la familia, el municipio y el sindicato de costumbres de antaño.
Tiempos estos desquiciados, en que se mezclan y confunden las carencias y los huecos oceánicos de un sistema educativo inapropiado, si se relaciona con la realidad social que nos rodea, con la prédica más que neoconservadora de un pastor religioso. Y el tufillo de la confusión es una pena, porque familia y educación de los jóvenes son temas necesitados de un debate claro y amplio, y sobrados de andanadas verbales. Estos días, sin ir más lejos, las descargas de las baterias de palabras se suceden a un costado y al otro del buque en que todos navegamos: reválidas, selectividad, niños cenutrios, obispos que aconsejan o desaconsejan a los representantes del pueblo qué han de votar o no legislar en cuestión de familias o parejas, máximos líderes de partidos en la oposición que confunden el feudalismo y el franquismo con las pruebas objetivas, necesarias y de carácter general, que pongan de manifiesto de qué es capaz y qué ha aprendido la muchachada: todo junto y revuelto, todo un mar quebradizo de confusión y palabras.
Aunque si no se juega con niebla a la ambigüedad, ni a las verdades reveladas de los obispos, ni a las verdades reveladas de los fundamentalistas de la LOGSE... si hay un juego de espejos crudamente veraz, todo es más sencillo y claro: el apoyo y el respeto a la estructura familiar tradicional y a sus valores son compatibles con el respeto y el apoyo a nuevas estructuras familiares, a nuevas formas de convivencia familiar que tienen sus propios valores como son las parejas de hecho; eso por una parte, que por la otra, por la que cae del lado de la educación y el sistema educativo, la confusión se desvanece cuando centros escolares con apellidos nativos o no tienen como norma para la admisión de alumnos el que éstos tengan un buen rendimiento académico y todas las asignaturas aprobadas; o cuando otras escuelas concertadas y colegios que están bajo la advocación de cientos de santos y veneradas vírgenes desvían piadosamente a los alumnos con problemas a la maltratada escuela pública, donde el nivel educativo con la LOGSE es muy bajo, como dice Monter, y donde el abandono, el absentismo, y el incordio con visos de violencia son ya más que preocupantes.
La solución está en un sistema educativo basado en la igualdad de oportunidades para todos, y el mérito y la capacidad de cada cual, pero no en un sistema basado en conciertos con Educación, que tanto agradan a Monter. Claro que la igualdad, principio básico de la Revolución francesa, se va al traste cuando existe el privilegio de poder pagarse una selecta escuela privada; y del mérito y de la capacidad hicieron tabla rasa los fundamentalistas de la LOGSE, que se quedaron atascados en el falso igualitarismo de algún acorazado soviético, hundido hace ya décadas en las aguas del Ártico.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de abril de 2001