Hace una semana, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, visitó por primera vez Málaga. En los alrededores de la ciudad, celebraba una reunión con dirigentes y un amplio grupo de afiliados del partido. No faltaba una nutrida representación de militantes coriáceos, de esos que tanto abundan en estas tierras y que parecen haber encontrado en la política un lugar para el desfogue de sus pasiones que resulta más barato -y, a veces, más rentable- que el fútbol o los toros.
Zapatero hablaba en el tono monocorde que le caracteriza y que le ha valido el mote de Sosomán. Nada mitinesco, predicaba la necesidad de ser siempre críticos. Probablemente con la buena voluntad de animarlo un poco o deseando quizá una henchida arenga contra la derecha de esas que electrizan los tendidos en vísperas de elecciones, uno de los militantes del sector fanático gritó: '¡Cárgate al del bigote! ¡Dales caña, José Luis!' Sin que se le arrugaran las cejas, Zapatero respondió de inmediato: 'No hay que dar caña, hay que dar ejemplo'.
La anécdota refleja no sólo una diferencia de maneras, sino la distancia entre los planteamientos del sector jurásico del PSOE andaluz -en el poder- y los del equipo de Zapatero: mientras unos convierten en eje de su política la anatemización de la derecha, los otros pretenden ir superando sus propias deficiencias hasta lograr un aspecto apetitoso frente al electorado. Caña o ejemplo, ése es el dilema. La verdad es que como escaparate del socialismo, Andalucía muestra graves deficiencias, por mucho que insistan los socialistas más pelotilleros en considerar a la Junta, el 'referente' de la izquierda en España.
Recién llegado a la secretaría general, Zapatero mostraba su visión del papel de los medios de comunicación públicos: 'El político que piense que tener una televisión que le favorezca es una garantía para su gestión es un político ramplón y de corto vuelo'. Manuel Chaves no se daba por enterado y poco después nombraba a su portavoz, Rafael Camacho, director general de la RTVA. Era la primera evidencia de la distancia política que había entre ambos: entre la política de dar caña y la de dar ejemplo.
Los medios de comunicación públicos son un buen test para medir si los discursos de regeneración se cumplen o no. Cuando tomó posesión de su nuevo cargo, Rafael Camacho insistió en que se le juzgara por sus obras y no por haber sido portavoz del Gobierno. 'Las altas audiencias no justifican determinados programas', dijo después de definir a la televisión pública andaluza como un instrumento para que el 'huracán de la globalización no acabe arrasando nuestra cultura'.
Ya nos vamos enterando de lo que Camacho entiende por 'nuestra cultura': tras repescar a Irma Soriano, sus dos grandes fichajes han sido María del Monte y los Hermanos Calatrava. Siguiendo la línea canónica de dar caña, Camacho se defendió el martes en el Parlamento: vino a decir que peor están en la Comunidad Valenciana, regida por el PP. Allí tienen Tómbola.
Parece que los socialistas andaluces se resisten a dar ejemplo. Quizá sea por modestia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de abril de 2001