Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
VISTO / OÍDO

¡Uf!

Exclamación de 'cansancio, fastidio, sofocación' y también de 'repugnancia' (Academia). Y 'hartura' (Claves); se puede decir '¡Uf, qué asco!' (Manuel Seco). Es mi resoplido por la campaña de las elecciones vascas, inaugurada ayer después de una larga, hipócrita 'precampaña' con insultos, frases bajunas, trastorno de las realidades, usos abusivos de los medios, coaliciones contra natura, amenazas para después, trampas, sospechas. Veo la presencia del odio: del 'encono', dice mi compañera Sol Gallego Díaz en una de sus excelentes crónicas. Mientras, los terroristas, sus hijos o alumnos dilectos siguen atacando y de un momento a otro matarán a cualquiera, casi sin elegir. Al fácil. Las elecciones no tienen que ver con ellos: seguirán. No creo que tengan odio y encono, salvo en ideas de patriotismo o inexistentes libertades; con sus víctimas son fríos. Malditos sean.

Sí tienen que ver conmigo. Veo al PP tratando de ocupar para sí mismo todas las autonomías, una a una, para reconstruir el Estado bajo su mando; veo a los socialistas aupándole para que lo consiga, y no ahorrando torpezas, engaños y palabrotas. Si el partido socialista se hunde luego, algo tiene que ver conmigo: me hace un poco de falta en las próximas elecciones. Yo no le voy a votar, porque mis principios nacen de unas razones considerables, pero prefiero su globalización, su fin de la historia, su pensamiento único, al del PP y al de sus prohombres y a los antiguos, que ayer reunía en las provincias vascongadas: Calvo Sotelo, Suárez (hijo, heredero, representante) y Gabriel Cisneros (al que me siento ligado por antigua amistad, pero que no es un blando en la derecha, no).

Soy de carácter unitario en cuestión de geografía política: mejor España que autonomías, mejor Europa que España, mejor el mundo que Europa (naturalmente, con inmigrantes y con los que quedan arrasados en sus continentes, hambrientos, enfermos, explotados). No soy centralista, no soy estatalista. Mejor demócrata que resignado o clandestino en las dictaduras de todas clases (prefiero las de las clases bajas). Mejor demócrata: de una democracia real, enciclopedista, de un hombre (una mujer) un voto; de igualdad, libertad y fraternidad. De Voltaire, de Diderot, de Rousseau, por citar filósofos; o de Hegel. Habría que conquistar una democracia: la conquista del País Vasco. No tengo que preferir a Aznar antes que Arzalluz: los dos van contra los míos, o contra mí. ¡Uf!

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de abril de 2001