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Ivonne Lamazares narra la relación madre-hija en la Cuba revolucionaria

Ivonne Lamazares (La Habana, 1962) quería volver al mundo de su infancia cuando empezó a escribir La isla del azúcar (Alianza Literaria). Con apenas cincuenta páginas redactadas, la escritora se presentó en un taller de escritura de Sewanee y allí mismo encontró un agente que vendió su novela. Lamazares se siente desde entonces como si viajara en un coche fuera de control. 'Escribir la primera novela presionada por un editor puede llegar a ser una pesadilla, pero solucioné mi problema poniéndole al libro todo lo que salía de mi corazón'.

La isla del azúcar cuenta la relación de una madre y su hija en los primeros años de la revolución. La madre de Tania, desengañada del castrismo que apoyó en su día, decide llegar como sea a las costas de Florida. La niña desconfía de los motivos de su madre y se dedica a observar lo que pasa a su alrededor con los ojos de una adolescente. Parte de la novela tiene que ver con la propia vida de la escritora, que creció en Cuba rodeada de dogmas. 'Allí siempre sentía que traicionaba a alguien; en casa de mis abuelos, católicos de origen gallego, había que pensar una cosa y en el colegio la contraria. No creía en nada. Lo primero que me llamó la atención cuando mis abuelos me llevaron a Miami fue que había llegado a un lugar donde uno podía convertirse en cualquier cosa, incluso en un desviado o un marginado con entera libertad'.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de abril de 2001