Una generación musical queda definida por los compositores, pero a su lado cuentan los intérpretes. En el caso de la generación de 1931, junto a Halffter, De Pablo, García Abril, Castillo, Bernaola, Larrauri, Olavide o Guinjoan, se alinean Achúcarro y Sanches, Corostola, Rosa Sabater, Víctor Martín, Berganza y Caballé, Narciso Yepes o Frühbeck de Burgos.
Tiene especial sentido, cuando Achúcarro es figura mundial, enseña en Dallas y no cesa de profundizar en su pianismo, la serie de actuaciones que ofrecerá en Madrid: recitales, conciertos y el ciclo completo de los beethovenianos.
La primera aparición en esta suerte de jubileo fue con la ONE, conducida por Manuel Galduf para protagonizar el Concierto nº 4 en sol menor. Achúcarro enalteció la partitura desde la nobleza de su virtuosismo. Éxito completo del maestro, excelentemente asistido por Galduf y la ONE.
Antes pudimos aplaudir al valenciano Emilio Caladín (1958) en La vía del sole, que recibió largos aplausos dirigidos igualmente a sus intérpretes. Y para final, Bartok. Galduf consiguió de los instrumentistas de la ONE una versión rigurosa y poética, bien explicada, que levantó nuevas ovaciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de abril de 2001