Son tiempos turbulentos para la convivencia. En los barrios, en las ciudades, entre países. 'La barbarie está en las guerras, pero a veces también en las calles de nuestra ciudad', dice Mario Marazziti. Sabe de qué habla. Actualmente es mediador en el conflicto de Burundi, pero también supervisa un comedor que alimenta cada día a 1.500 excluidos - inmigrantes o autóctonos sin techo, sin recursos- que sobreviven en las calles de Roma. Marazziti es portavoz de la Comunidad de San Egidio, una agrupación de laicos católicos que, con la discreción y el sigilo característico de los ambasciatori de la Iglesia, se está convirtiendo en la alternativa a la diplomacia vaticana. Su especialidad es el apoyo a los desheredados y la mediación en conflictos internacionales. En Barcelona, la comunidad apoya a varias ONG que trabajan en favor de los sin techo.
A principios de septiembre, esta comunidad celebrará en Barcelona el XV Encuentro por la Paz, en el que más de 300 líderes de todas las religiones, llegados de 60 países, participarán en unas jornadas por la paz y la convivencia. Ante un mundo que vive dos fenómenos como la globalización y la exclusión, los 40.000 voluntarios de San Egidio -un centenar en España- tienen trabajo a destajo.
En las grandes ciudades de la opulencia, en los barrios de las capitales del Tercer Mundo, la red de San Egidio ayuda a autóctonos e inmigrantes a conseguir cosas tan elementales como alimento, cobijo y trabajo. Pero su especialidad es la mesa de negociación entre bandos enfrentados. En 1992 su intervención fue decisiva en el acuerdo de paz para Mozambique, un país que arrastraba 17 años de enfrentamiento civil, con un millón de muertos y dos millones de refugiados.
En Guatemala, país con un conflicto de 35 años a sus espaldas y 150.000 muertos, la comunidad logró restablecer la negociación oficial de paz tras otra ruptura de confianza entre las partes. En 1996 consiguieron el primer acuerdo oficial entre la comunidad albanesa y la serbia para normalizar la educación de los niños, acuerdo interrumpido por la guerra. Cuando estalló este conflicto, lograron la liberación del líder kosovar Ibrahim Rugova, en arresto domiciliario por orden serbia. La ONG, conocida como la ONU de Trastevere, aprovecha la antiquísima red de relaciones internacionales tejida desde Roma -20 siglos ya- para, con mucho trabajo y paciencia, convencer a las partes de la necesidad de dialogar y poner fin al enfrentamiento. Es la fórmula de San Egidio. Mario Giro, responsable de África, afirma que 'nadie en el mundo necesita más la paz que los pobres', y es ese convencimiento, por encima de cualquier otro, la clave de su éxito. 'Somos independientes, no representamos a ningún gobierno y no tenemos interés económico en la región enfrentada. Esto es lo que nos hace dignos de confianza', dice Marazziti.
El truco es una mezcla de la diplomacia institucional y la informal de las ONG, que flexibiliza la actitud de la primera pero tiene el manto de oficialidad necesaria para la segunda. San Egidio, como todo, tiene su historia: proviene de 'la Iglesia de los pobres' de Juan XXI, del trabajo en los barrios marginales romanos de los sesenta -que tan bien reflejó Pasolini en Accatone- y del espíritu contestatario de 1968, año de su fundación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de mayo de 2001