La última vez que Marcos Alonso estuvo con un pie fuera del Atlético fue en febrero, en el viaje de vuelta a Madrid tras el empate en Huelva. Pero también entonces, pese a que Jesús Gil trató de mostrarse convincente al teléfono, Emilio Cruz, el segundo entrenador, dijo que no, que no cogía el equipo, que eso no se lo podía hacer a Marcos. Esta vez la negativa de Cruz no le ha salvado la cabeza a su amigo. El club le ha encontrado dentro de la casa otro sustituto.
No todos le han sido tan fieles a Marcos Alonso, marcado desde varios frentes. Gil no le puede ver desde el día en el que se puso del lado de los jugadores, cuando éstos le estaban parando los pies al dueño del club en plena batería de insultos tras una derrota. A Gil no le gustó que Marcos tratara de ganarse el vestuario a su costa. Sin mucho éxito, por cierto.
Hernández, Kiko, Toni Jiménez, Aguilera... Muchos son los futbolistas que han tenido roces con el técnico. Y casi la totalidad, los que no le han entendido muchas de sus decisiones -llenar de centrales el equipo, por ejemplo, ante el Extremadura, y vaciarlo de ellos ante el Éibar-. Sobre todo, las alineaciones. En algunos casos, porque las han interpretado sujetas a favoritismos (hacia Mena, principalmente). Y en otros, porque las sospechan influidas por el preparador físico. Correa y Aguilera, por ejemplo, dan por hecho que perdieron la titularidad por cuestiones físicas, aunque no de forma tan fulgurante como Roberto: el centrocampista se quedó fuera de la alineación y hasta de la lista ante el Ferrol por no superar minutos antes del partido la prueba de la báscula del profesor Ortega: el visor reflejaba un kilo de más, y le tocó ver la cita desde la grada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de mayo de 2001