Se ha probado, con cifras en la mano, que el Ayuntamiento de Madrid gasta más dinero en medir el nivel de ruido que en remediar esa epidemia enloquecedora que padecemos.
Y piensa seguir lo mismo, con su nuevo plan de sacarnos más dinero para más estudios sobre el tema, en vez de aplicar las leyes y reglamentos existentes; hasta el punto de que no puede dar datos sobre cumplimiento de su bando sobre el ruido por no haber hecho nada; ni siquiera atiende como debe las quejas explícitas de muchos madrileños sobre casos muy concretos y ruidosos.
Por otra parte, y ligado perversamente a ello, lo que les ocurre a ciertos madrileños con este alcalde es de psiquiatra.
Recordemos que, según un reciente titular de prensa, y en parte por ese mismo ruido enloquecedor (que quizá políticamente beneficie al alcalde, y no es que uno sea mal pensado), un tercio de nuestra población tiene problemas mentales. Con todo respeto a la mitad masculina de nuestra población, la situación de ésos que siguen arrimados a la sombra del Manzano se parece a la de quien no se atreve a dejar a una pareja que le hace la vida imposible.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de mayo de 2001